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| Foto: levanteud.com |
No era fácil convertir a este Levante en un equipo
competitivo que pudiera luchar por grandes objetivos. Cambio de categoría,
cambio de entrenador, cambio de capitanes, cambios (y muchos) en la plantilla,
y todo ello orquestado por un cambio, el de la dirección deportiva. Y es que
tanto Tito como Carmelo del Pozo han sabido moverse, han logrado confeccionar
una plantilla para Segunda y han leído bien lo que este Levante necesitaba
haciendo de esos cambios una virtud.
Todavía es pronto para lanzar campanas al vuelo, pero durante
los últimos siete años, cuando se ha visto al vestuario comprometido, unido y
alegre, se han conseguido dos cosas: un ascenso en 2010, y una clasificación a
Europa en 2012. Y sí, habiendo vivido las dos anteriores, la situación actual así
la veo: compromiso, unión y alegría.
Con las salidas de los que no querían estar, atando a los
comprometidos e incorporando ambiciosas promesas y veteranos de garantía, para
mí Tito lo que ha hecho ha sido potenciar cada cambio, consiguiendo unir a los
jugadores y motivar a la afición, además de ser el artífice de que se haya
recuperado la confianza entre unos y otro.
Y ¿Cuál era el verdadero objetivo del Levante?, me pregunto.
¿El ascenso o recuperar la identidad que había perdido? Independientemente de
logros deportivos, el levantinismo se ha vuelto a enamorar de su equipo; en eso
el Levante ya ha ganado.

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